lunes, septiembre 05, 2005

el piso

Hacía tan solo un momento que habíamos entrado en el piso. Nada más llegar
encendimos las luces de varios cuartos. Observe aquella casa, las ventanas estaban entre abiertas y a través de ellas se veían luces de algún comercio de la calle. Era algo antigua, de principios de siglo, supuse. En ella ahondaba un gran silencio. Creo recordar que era un tercero o un cuarto.

Nos fuimos hacia el salón, nos sumergimos en una luz verde, sedante, de una lamparita. Mientras nos acomodábamos, uno de ellos fue preparando las copas; era un sábado por la noche y a esa hora era algo que deseábamos todos, beber cualquier cosa.
Me dediqué a ojear los discos que allí se encontraban, algo desordenados; pero después de tanto buscar encontré algo que realmente me apetecía. Lo puse y me senté.
Él entro en aquella habitación, se sentó frente a mi, charlábamos como siempre, nos mirábamos, reíamos… me hacía sentir tan bien. Hubo un momento en que mis ojos dejaron de mirarle, se perdieron. En mi cabeza solo se escuchaba una música sordida, y me venía la imagen de entrar y salir de aquella casa, una y otra vez. Esto me turbio un poco, me hizo respirar hondo y volví. Me encontraba algo atolondrada.
Realmente no se noto, había un ambiente festivo. Él me dijo: -¡vuelve niña!, ¡vuelve! Estoy bien respondí, me he quedado embobada, me apetece tomar el aire.

Me levanté y fui hacia un balcón, en la primera habitación de la casa. Estuve allí un buen rato, aireándome; necesitaba despejar mi cabeza. Me encontraba algo nerviosa.
Y era inevitable pararlo, mi corazón se aceleraba, me encontraba excitada. Solo podía pensar en donde estaba, en que hacía allí, en la calurosa noche, en la mezcla de alcohol y drogas... en la reacción que mi cuerpo había tomado por todo aquello.
Me acerque al interruptor y apague la luz, pero vi algo extraño, algo revoloteaba por mi cabeza, no le di importancia no era ocasión de ponerme a pensar si podía haber visto una mariposa, o simplemente habría sido un efecto óptico.

Me tiré en la cama, una cama enorme y cerré los ojos. Me gustaba el silencio confortable de aquel cuarto, pero aun me sentía algo angustiada, y demasiado acelerada. Él entró en la habitación, se tiro sobre la cama y me cogió la mano.
Yo empecé a hablar, a contarle una historia que había leído en algún libro. Mientras, los dos íbamos inventando un poco la historia; porque yo había olvidado gran parte de ella. Reíamos con fuerza, alborotados; emocionados cada vez que se nos ocurría algo ingenioso para nuestra historia.

Yo por dentro pensaba, porque en mí, la cabeza siempre va más lejos, más que las piernas, las manos o el corazón. Que aquel chico tenía algo especial, algo impalpable. Notaba su mirada tan tierna, la sentía. No había mentiras en él, me había demostrado que no necesitaba una coraza para mi corazón. Él se acercó despacio y me rozó el cuello con un beso; en aquel momento mis nervios desaparecieron.